Spanish translation by Sara Sandoval Trota
(para más en español - https://www.christianpsicologo.com)
Hola Justin. Mis hijos se suelen pasar el día chillando, chillan incluso por la noche, lo cual me activa el estado de huida. Cada vez que pasa me entra mucha ansiedad, y cuando pasa varias veces seguidas me enfado. ¿Qué puedo hacer respecto a este estado?
Hola. Antes que nada —y es triste que tenga que decirlo, pero lo quiero hacer— gracias por no ser un padre que pega a sus hijos.
Dicho esto, como padres, hay que hacer algo para tratar con nuestro estado a la hora de interactuar con nuestros hijos. Si te encuentras en un estado no seguro/social crónicamente, recomiendo hacer alguna actividad física en familia en momentos en los que no haya ninguna crisis.
A decir verdad, hay muchas cosas diferentes que podemos hacer, así que no hay una sola respuesta. He aquí lo que hago yo.
Ser consciente de mi propio estado
Detenerme
Recordar mis valores como padre
Entender el estado de mis hijos
Darles señales de que están a salvo
Solucionar el problema con ellos
1. SER CONSCIENTE DE NUESTRO ESTADO
Todos los días llevo la consciencia a mi estado y a mi respiración, lo cual se ha convertido en un hábito para mí. Suelo escanear en varios momentos del día diferentes partes de mi cuerpo (¿¡por qué casi siempre tengo la parte de detrás de las orejas tan tensa!?). Conozco las señales de mi cuerpo lo suficientemente bien como para pillarlas antes de que me lleven a comportarme de alguna manera de la que acabaría arrepintiéndome. Osea, cuando me siento muy frustrado, me doy cuenta de ello y enseguida hago algo distinto para no acabar chillando.
Por ejemplo, si vuestro hijo se despierta a medianoche chillando, ¿cómo os sentís? ¿Os entran ganas de correr? ¿Os invaden pensamientos de peligro? Si vuestro hijo adolescente se pone rebelde, ¿qué hace vuestro cuerpo? ¿Tenéis una subida de acidez en el estómago? ¿Os encontráis apretando los dientes?
Hacer los escaneos diarios, ya sea en cualquier momento o no, nos lleva la consciencia a nuestro cuerpo, y con consciencia —siendo capaces de describir las sensaciones de nuestro cuerpo y nuestros pensamientos— aumenta nuestro control a la hora de elegir cómo reaccionamos a las situaciones más difíciles.
2. DETENERSE
En serio, simplemente deteneos. Si esto es una idea totalmente nueva para vosotros y soléis llenaros de furia o queréis salir corriendo, esta recomendación os resultará absurda y totalmente inasequible. Y lo entiendo. Todavía es un reto para mí si no me encuentro en el estado seguro/social. Dejar pasar la frustración es más fácil y hace sentir mucho mejor que intentar hablarle con calma a un niño chillando, pero hace más daño a corto y a largo plazo.
Yo simplemente he aceptado que pararme me da la oportunidad de avanzar al siguiente paso. Es como un momento de transición para mí, no una solución al problema. Pero antes de eso, mi objetivo singular en este paso es no empeorar la situación. Si mi hijo está enfadado y yo también me enfado, probablemente la situación va a empeorar, y a más largo plazo, también estoy empeorando la relación con mi familia, y eso no va conmigo.
Si vuestros hijos están chillando en medio de la noche, no empeoréis la situación. Estamos hablando de un niño aterrorizado que ha caído en su propia excitación simpática. Dar señales de seguridad será más efectivo y tendrá un impacto positivo más duradero en el niño y en su capacidad de tolerar su propio estado la próxima vez. No lo empeoréis esta vez actuando por impulsos y siendo más agresivos. Tenéis una oportunidad para mejorar ahora de cara a la siguiente ocasión.
3. RESPIRACIÓN PROFUNDA
Lo sé, está recomendación suena estúpida y nada práctica, pero es muy efectiva para volver en vosotros mismos. Respiro tantas veces como me haga falta, sin moverme y yendo un poco hacia dentro. Mis hijos se darán cuenta de lo que estoy haciendo, lo cual les dará un tiempo de pausa. Normalmente una buena inspiración profunda seguida de una exhalación larga me basta para poder concentrarme en el siguiente paso, pero si necesitáis hacerlo más de una vez, adelante.
Este es un bueno momento para recordar alguna experiencia del pasado que os hiciera sentir a salvo. Yo recomiendo pensar en alguna vez en que tomasteis en brazos a ese niño cuando todavía era un bebé, o en la primera vez que os agarraron el pulgar, o la primera vez que jugaron a algo. Cualquier cosa que os haga recordar cuánto los queréis, porque es verdad que los queréis, aunque no sea lo que sintáis en ese momento de agitación.
Sin duda, deberíais practicar la respiración profunda a lo largo del día. Yo no hago meditación ni yoga; no es lo que me va. Sin embargo, controlar la respiración de manera consciente de vez en cuando me entrena para ser capaz de actuar de manera más acertada más rápido.
4. RECORDAR NUESTROS VALORES COMO PADRES
En momentos de mucho enfado o frustración, me es de ayuda recordar cuáles son mis valores como padre. Por nada del mundo pegaría jamás a mis hijos, lo cual me resulta bastante fácil, y siendo honesto, no tengo ningún deseo de pegarles. Si este tema es algo que necesitáis priorizar, por favor hacedlo inmediatamente. Por favor.
He aquí algunos otros posibles valores:
Educo a mis hijos partiendo del amor, por encima de todo
Tengo que ser una persona que dé seguridad y señales de que no hay peligro
Seré una persona con quien puedan sentirse a salvo, sabiendo que soy un modelo para el futuro
Estos valores normalmente me bastan para ir al siguiente paso. No, no es super fácil al principio. Sí, con práctica, cada vez se hace más fácil. Han habido veces en que he tenido un poco de debate interno sobre cómo llevar una situación, porque aunque sabía que el camino seguro/social es el correcto, también sabía que dejarme llevar por la energía de lucha huida me daría un resultado más rápido. Normalmente, este diálogo interno acaba con el sistema seguro/social diciéndole al sistema lucha huida ≪vete a otra parte≫. Si lo que quiero es que mis hijos se encuentren en el estado seguro/social, yo tengo que estar en él también.
5. ENTENDER EL ESTADO DE NUESTRO HIJO
El otro beneficio de ser conscientes de nuestro propio estado es usarlo como señal para dar información de nuestra toma de decisiones. Si nos sentimos en pánico cuando nuestro hijo está chillando, he ahí una pista de dónde se encuentra nuestro hijo. Seguramente está sintiendo algo parecido, y ahora nosotros también lo estamos sintiendo.
Imaginad que estáis en un centro comercial y sentís a un bebé chillando. ¿Qué sucede? ¿Vuestras alarmas internas se apagan, verdad? Esas alarmas están ahí por algo. Respetadlas, escuchadlas, y entonces actuad. Surgen de vuestro amor por vuestros hijos. Cuando estamos más calmados, podemos ser más conscientes y elegir cómo actuar.
6. DAR SEÑALES A NUESTRO HIJO DE QUE ESTÁ A SALVO
Esto significa darles señales de seguridad de manera directa, por ejemplo, estando con ellos, tomándolos en brazos, cantando, sonriendo, usando la prosodia o levantándonos y moviéndonos con ellos. Para los adolescentes, vamos a centrarnos más en lo facial, como el contacto visual, o mostrando curiosidad por ellos y que nos importan. Para el niño que se ha despertado en medio de la noche y está chillando, puede que tengamos que usar una voz má prosódica mientras los tomamos en brazos y lo mecemos.
No tengo una guía exacta para cada caso, y cada niño es diferente, eso está claro. Para mi hijo (de 4 años), cuando abro los brazos como para darle un abrazo, normalmente viene a mi sin poder resistirse, incluso cuando está muy abajo en la escalera polivagal. Para mi hija (de 9 años), suele funcionar mejor escucharla y darle tiempo, y entonces volver a preguntarle cómo está, y cuando se haya regulado, le doy un poco de amor y positividad.
7. SOLUCIONAR EL PROBLEMA
Una vez hayamos ganado el control sobre nosotros mismos, entendamos mejor en qué estado se encuentra nuestro hijo y estemos concentrados en dar señales de seguridad, ahora ya podemos intentar solucionar el problema.
¿Por qué estos niños están chillando en medio de la noche? Obviamente, no se sienten a salvo, lo cual puede ser por diferentes motivos, pero una vez se sientan suficientemente seguros, es la hora de procesar lo que está pasando. Podríamos decir algo como: ≪Oye, he visto que te salían lágrimas de los ojos y te he oído chillar, pero veo que ahora estás respirando mejor. Has pasado mucho miedo, ¿no? ¿Qué te ocurre?≫
Una vez nos hayan dado una respuesta, podemos intentar buscar una solución con ellos. Solucionad el problema juntos, como cerrando la puerta del armario con el niño que tiene miedo. Para un adolescente, podría ser organizar un horario para hacer los deberes. Trabajar con ellos los ayudará a entrenarse para quedarse o volver al estado seguro/social la próxima vez. A largo plazo, esto mejora la regulación de uno mismo.
El mayor problema que nos encontramos es que no podemos esperar hasta el momento de la crisis para preocuparnos de nuestra propia regulación. Tenemos que hacerlo más a menudo. Si esperamos hasta el momento en que oímos chillidos, y entonces decimos ¿¿¡¡Qué hago ahora!!??, será más difícil implementar estas soluciones. Así que hay que practicar estas cosas con antelación para que no sea tan abrumador cuando nos encontremos en la situación real. Creedme, he estado en vuestro lugar y ya lo he pasado (casi del todo).
Sí queréis saber más sobre este tema, os recomiendo leer (enlaces de Amazon de donde recibo parte del beneficio de las ventas sin que os cueste nada extra a vosotros) Tus hijos a prueba de traumas de Peter Levine, el curador de traumas de ≪Somatic Experiencing≫.
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